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El Peatón y su espacio en la ciudad. Por Arq. M. Risk / Arq. R. Selman


El peatón es toda persona que se desplaza a pié por las calles de cualquier ciudad sin utilizar un medio de transporte. Es aquel que con sus actividades diarias genera el intercambio socio-económico que dinamiza nuestras vidas y nos crea e inspira el sentido de comunidad y pertenencia al lugar donde vivimos.


Caminar es la forma más democrática de transportarse; la más antigua de la humanidad; la más común; no tiene costo alguno, ni efecto dañino al medioambiente; y por el contrario tiene grandes beneficios de salud para quien lo ejercite.


Sin embargo, cada vez más la explosión demográfica de las urbes las presionan a ser más extensas y por lo tanto difíciles de andar. En una gran cantidad de las ocasiones sus crecimientos se proyectan priorizando el transporte vehicular y relegando las vías peatonales a ser “residuos” o “lo que resta” luego de facilitar la circulación para los vehículos y sus espacios de aparcamiento.

Para desplazarse el peatón necesita utilizar la acera. Ese espacio público que le pertenece y es diseñado para él. Por el que no sólo transita, sino también socializa, se comunica, se ejercita, se esparce, entre muchas otras actividades. Las aceras son básicas para el desarrollo de la vida urbana, siendo su diseño determinante en cómo vivimos la ciudad y la conductadesusciudadanos.


Cuando caminamos por las aceras entramos en contacto con el tejido urbano. A través de ellas accedemos a los comercios, a las viviendas, lugares de trabajo, de recreación, de aprendizaje, de salud e institucionales. También nos conecta con las áreas verdes y demás espacios públicos de la ciudad.

En numerosos estudios se han demostrado los grandes beneficios de las ciudades diseñadas con el peatón como su más alta prioridad, entre los que fundamentalmente están la salud de sus ciudadanos, no sólo en el aspecto fisiológico, sino también emocional y mental. Pero tiene además un considerable impacto económico.


En la misma medida que el espacio público - y en particular la acera - se hace más accesible, utilizable y atractiva para que sus usuarios permanezcan por mayor cantidad de tiempo, en esa misma proporción aumenta la congregación de personas, promoviendo un intercambio comercial y social que se convierte en un círculo virtuoso para el desarrollo de una comunidad.


Así, el carácter de éstas importantes vías peatonales queda definido por parámetros que se establecen al momento de diseñarlas. Entre los más importantes cabe mencionar: el ancho total de la acera, el área exclusiva de circulación y áreas para otros usos como el mobiliario urbano y la extensión de los frentes comerciales, el material de construcción, la arborización, la iluminación nocturna, la infraestructura de servicios que exista - o no - en ella (postes, tendidos eléctricos, registros, señalizaciones, etc.), así como cualquier otro elemento que la ocupe o quede insertado dentro de ella.

Otros aspectos importantes en la configuración de las aceras son su accesibilidad universal e in-obstrucción a la circulación peatonal; el eficiente manejo del drenaje de las aguas de lluvias; la calidad y consistencia del acabado de la superficie y la adecuada señalización de la misma.


La forma en que cada uno de estos elementos son dimensionados y organizados es lo que determina el uso y genera espacios atractivos o no a la permanencia de sus usuarios. Aunque en menor cantidad, algunas ciudades del mundo se han enfocado en promover el transporte activo y enriquecer sus espacios públicos peatonales, enfatizando en la interacción de sus ciudadanos y consiguiendo ciudades vivibles, con aceras vibrantes, que contribuyen directamente al desarrollo de una ciudad activa, saludable y segura.

En el caso particular de nuestra ciudad de Santo Domingo, históricamente hemos sufrido la debilidad de no tener una planificación urbanística centrada en el peatón como actor principal en la ciudad. El crecimiento horizontal de la ciudad ha obligado a que el vehículo de motor haya sido el factor determinante en la configuración de la misma y como consecuencia de esa priorización nuestras aceras se han reducido a estrechas áreas pavimentadas - en el mejor de los casos - invadidas de estacionamientos y accesos vehiculares, rotas, obstruidas, llenas de basura, en mucho de los casos negadas por grandes muros que la separan de las propiedades a las que le dan acceso y otros casos son incluso inexistentes.

A pesar de que la situación es precaria, todavía estamos a tiempo y tenemos una gran oportunidad de convertir a Santo Domingo en una ciudad vivible, resiliente y con sentido de comunidad. Tenemos la oportunidad de transformarla, cuadra a cuadra, barrio a barrio, sector por sector, mediante intervenciones puntuales que luego de demostrar su capacidad transformadora se empezarán a replicar casi espontáneamente.


Evidentemente estas soluciones deben ser parte de una intervención holística donde se ponderen otros factores del ecosistema urbano como lo son el transporte, la movilidad y la infraestructura de servicios que corren por nuestras vías.


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