A pesar de que los beneficios asociados a los espacios verdes parecen obvios y fáciles de describir, por lo general son difíciles de cuantificar. Dicha dificultad se debe precisamente a que estos beneficios son de índole variada: ambientales, recreativos, estéticos o vinculados al bienestar y a la salud. Especialistas en el área han desarrollado distintos modos de medición que arrojan resultados que nos sirven de guía para establecer esta relación.
Soren T. Anderson y Sarah E. West del Departamento de Economía de la Universidad de Michigan señalan en su publicación Open space, residential property values, and spatial context (Espacios abiertos, valores de propiedades residenciales y contexto espacial) que el valor de “escapar” a un espacio abierto será mayor en alrededores densos, cercanos a centros de negocios, donde hay altos ingresos, donde hay hogares con niños y que más allá de la cercanía, la accesibilidad es un factor clave para que los espacios abiertos sumen valor a los inmuebles residenciales próximos a ellos.
Así mismo, según el estudio, ha quedado demostrado que en lugares donde los índices de criminalidad son altos, la cercanía a un espacio verde de una propiedad mitiga el impacto de dichos índices, pues el valor aumenta también en ese tipo de contexto.
Desarrolladores privados en ciudades como Nueva York, Chicago y Miami están realizando inversiones significativas en la mejora de parques públicos, servicios culturales y lugares de reunión al aire libre en las proximidades de sus propiedades. Esta concentración en lo que ya se empieza a conocer como un “estilo de vida contextual” es la nueva tendencia en bienes raíces.
Pensemos en el High Line de Nueva York o el Millenium Park en Chicago, ambos desarrollados a través de alianzas publico-privadas y ambas intervenciones que han transformado la dinámica urbana y económica de las zonas en las que se encuentran, tanto aportando dinamismo y belleza, como generando una gran plusvalía a las propiedades cercanas.
El caso del Distrito Nacional de Santo Domingo, el centro urbano de la capital dominicana, cuya densificación en las zonas de mayor valor inmobiliario no necesariamente se ha dado contemplando esta gran necesidad de espacios abiertos y verdes, debe incorporar la “contextualidad”, la relación de los habitantes a la ciudad como un valor agregado de vivir en el mismo.
Más allá de contener en sus instalaciones gimnasios, áreas de juego y salones para actividades, los desarrollos verticales en la ciudad también se beneficiarían enormemente de considerar el factor de proximidad y accesibilidad a áreas verdes exteriores como atractivos diferenciadores en un mercado cada vez más competitivo. En el presente el Distrito Nacional cuenta con nuevas herramientas de desarrollo en alianza con la municipalidad, misma que ha desarrollado el Plan de Ordenamiento Territorial y otros planes especiales que representan oportunidades importantes para la generación de riqueza económica y aumento de la calidad de vida en especial a través de la generación y mejora de los espacios abiertos desde el sector privado.
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